Se trata de un producto que ha convivido con los fogones bilbilitanos desde hace más de cinco siglos. “Durante muchísimo tiempo fue una de las pocas formas de incorporar el pescado a la dieta en pueblos alejados del mar y cubría la necesidad de los cuarenta días de pescado en Cuaresma”, ha apuntado en su intervención Ángel González Vera, presidente de la Academia Aragonesa de Gastronomía.

La primera referencia la encontramos en 1446. Por entonces se daba en Calatayud una importante industria soguera, pues suministraba cuerdas y cabos a la mayor parte de puertos españoles.
Cuando los bilbilitanos iban al puerto de Muxía (La Coruña) a cerrar sus tratos comerciales, regresaban bien cargados, ya que en esta localidad de la Costa da Morte descubrieron a los artesanos del congrio. Sin embargo se encontraron con el problema de tener que transportar un producto fresco y por lo tanto perecedero. De ahí que Muxía contara con un gran número
de secaderos para el congrio, de esa manera a los gallegos se les ocurrió que con este proceso, el congrio llegaría apto para el consumo a Calatayud sin importar el tiempo que durase el transporte.
Fue tal la popularidad alcanzada de este producto en Calatayud, que los secaderos de Muxía aumentaron rápidamente. Este producto se guisaba con garbanzos o con patatas.
Pero el progreso llegó, y con él el desarrollo de las comunicaciones terrestres, produciendo un declive en la industria de la soga, y por ello en Calatayud, el congrio dejó de consumirse en esas grandes cantidades. Muchos secaderos se vieron afectados y tuvieron que cerrar.
El congrio seco, se sigue consumiendo en Calatayud, pasando a ser casi un “manjar” propio de fiestas de guardar y ocasiones especiales. En Muxía siguen elaborando el congrio seco de forma artesanal. Casi el 80 % de su producción total va destinado al comercio y restaurantes
bilbilitanos.

Si quieres saber más:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/aqui-la-tierra/congrio-alt/3172748/